El vampiro era totalmente blanco y terso como si estuviera esculpido en hueso blanqueado y su rostro parecía tan exánime como el de una estatua salvo por los dos brillantes ojos verdes que miraban al muchacho tan intensamente como llamaradas en una calavera; pero entonces el vampiro sonrió casi anhelante y la sustancia blanca y tersa de su rostro se movió con las líneas infinitamente flexibles pero mínimas de los dibujos animados.